jueves, 13 de marzo de 2014

Batalla floral de Laredo.

La Batalla de Flores es la fiesta popular más importante de la localidad cántabra de Laredo, en España. Se celebra el último viernes de agosto desde el año 1908 y está declarada de Fiesta de Interés Turístico desde 1965 y Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 2011. Consiste en un desfile de carrozas cuyos armazones se adornan con flores y pétalos naturales, formando motivos alegóricos, durante el cual un jurado emite una clasificación designando a una de ellas como ganadora. A lo largo de ese día se organizan en la villa pejina mercadillos callejeros, y diversas bandas y charangas tocan música por toda la ciudad, culminando con un espectáculo de fuegos artificiales desplegado sobre la bahía en la que se enclava el municipio. Es una fiesta que desde sus orígenes ha destacado por su brillante combinación de motivos lúdicos y artísticos .
Fuente datos: wikipedia.


Corazón y razón de ser de la Batalla, las carrozas, aunque conservando su concepto original, han experimentado una evidente evolución desde los comienzos de la fiesta: estilística, volumétrica, técnica, material… Los simples objetos decorados sobre pequeñas plataformas móviles arrastradas por animales de las primeras ediciones dieron paso, en los años anteriores a la Guerra Civil, a composiciones alegóricas de mayor volumen, complejidad y ornamentación floral.
Tras la contienda, y en el opresivo ambiente moral y cultural de posguerra, la Batalla perdió parte de su carácter festivo, laico y carnavalesco, compensado por un mayor esfuerzo artístico a la hora de diseñar, confeccionar y rematar las carrozas. El incremento en el tamaño y la complejidad de las creaciones redundará en un descenso en el número de alegorías presentes en el desfile (de las cuarenta o más que participaban en el período de entreguerras, se pasa, a partir de los años 1950, a unas quince carrozas como media), ganando éstas en grandeza y majestuosidad.
Evolución que se verá potenciada por el progreso experimentado en herramientas y materiales constructivos. La introducción, en los años 70, del corcho sintético en sustitución de madera y escayola, posibilitará la confección de figuras mucho más grandes y complejas, constituyendo auténticas esculturas cubiertas de flores.
Como culminación de ese proceso evolutivo, las décadas finales del siglo XX fueron testigo de las más grandiosas, innovadoras y a la vez delicadas creaciones de la Batalla, derivando en duras pugnas por el podio, difícil y polémicamente resueltas por los jurados.
Los comienzos del presente siglo, en los que a la actividad de los carrocistas veteranos ha venido a sumarse savia nueva, constituyen una fase de transición en la que se están planteando los caminos por los que habrá de transitar una fiesta siempre en evolución pero siempre fiel a sí misma.
Según el actual reglamento las medidas de las carrozas deben ser las siguientes: entre 6 y 8,50 metros de largo, entre 3,50 y 5 metros de ancho y entre 5 y 7 metros de largo.

Factor fundamental y elemento distintivo de la Batalla, las flores deben cubrir la mayor parte de la superficie de las carrozas, siendo la técnica de "clavado" y la armonía en la disposición de los colores elementos importantes en la valoración final de las alegorías. Originalmente usadas margaritas y crisantemos, se utilizan en la actualidad dalias, claveles y clavelones chinos, a los que recientemente se ha añadido la margarita teñida.
La ardua preparación de las flores comienza en los meses de noviembre y diciembre, cuando se extraen los bulbos de la dalia y se clasifican. Después, en marzo y abril, se preparan los ramilleros del clavelón para transplantarlos en junio, mientras que en mayo se plantan los bulbos de las dalias. A continuación, y a lo largo de todo el verano, se efectúan el “sayo” y el “resayo” de las flores y su constante regado, hasta su recolección en la semana de celebración de la Batalla.
En primer lugar se recoge la hoja del magnolio (antiguamente se utilizaba la de la hiedra), unos días antes de la fiesta; a continuación la flor del Clavel (el miércoles), finalizando con la dalia (la víspera).
Una vez recogidas y clasificadas por colores, y a lo largo de toda la noche del jueves, docenas de personas se encargan, en cada carroza, de fijarlas a las figuras. Originalmente pegadas con pez, ahora se sujetan con clavos y palillos de madera. Los pétalos, reservados para elementos delicados (rostros, por ejemplo), se pegan con una cola expresamente fabricada a base de harina y agua (la técnica se denomina “empetalar”).


La Batalla de Flores es una fiesta popular y colectiva. Durante generaciones cientos, incluso miles, habrán sido las personas implicadas en su elaboración. Cada carroza presentada en el desfile ha contado con el esfuerzo de grupos de decenas de colaboradores. Habitualmente esas cuadrillas se articulan alrededor de un núcleo principal, el cual mantiene viva la labor de un año para otro. Este círculo íntimo es, estrictamente hablando, el de los carrocistas. Son los que conciben, diseñan y dirigen la ejecución de las carrozas –labor que les absorbe durante todo el verano-, cuidando de que la flor esté preparada para el día grande, convirtiéndose en el alma de cada grupo y en el motor vivo de la Batalla. Simples artesanos erigidos en auténticos artistas.
Establecer una clasificación de carrocistas basándonos exclusivamente en las victorias obtenidas no deja de resultar injusto, pues dejaremos sin nombrar una infinidad de artistas sin cuya labor la fiesta no sería lo que es. No obstante éste es el podio de un más de un siglo de Batalla de Flores:
  • Ocupando con justicia el primer puesto se halla José Antonio “Toñi” Quintana, el carrocista más laureado de la Batalla en toda su historia. 18 son las victorias conseguidas por él a lo largo de una extensa y prolífica carrera (iniciada a finales de los años 50 de la mano de su padre), tanto en solitario como en colaboración con su hermano Manuel, con su rival y amigo Ángel Sainz o, actualmente, con el grupo Transportes Maritina de los hermanos Cagigas.



El desfile se desarrolla, desde 1978, alrededor de la Alameda Miramar, en la confluencia de las calles Marqués de Comillas-Comandante Villar-López Seña. Originariamente se realizaba en la Avenida Menéndez Pelayo o Calle del Paseo, desde la primera edición en tierra en 1909 hasta su desplazamiento a la Avenida José Antonio en 1971. Las razones de los cambios fueron mejorar la maniobrabilidad de las carrozas (su creciente tamaño complicaba cada vaz más sus movimientos, especialmente en los dos primeros circuitos, donde las carrozas se cruzaban), permitir una mejor visión del desfile y alojar la creciente marea de público que cada año invade Laredo.
El desfile consiste en tres vueltas completas al circuito, las dos primeras para ser valoradas y calificadas las carrozas por el jurado, y la tercera para recoger el premio y desfilar con él. También se premia a los vestidos de las personas que desfilan sobre las carrozas, repartiéndose hasta tres galardones.

























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